top of page

UNA MAÑANA

  • Foto del escritor: AUTORES PUNTO 10 -CREACIÓN LITERARIA IDARTES
    AUTORES PUNTO 10 -CREACIÓN LITERARIA IDARTES
  • 21 nov 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 22 nov 2020

Autor: Alcides Caicedo

CUENTO

"Mientras lo hago, pienso que tras haberlo pospuesto por más de media vida, al fin puedo hacer todo lo que quiera, y solo lo que yo quiera. Pienso exprimir hasta el último minuto de este paraíso".
Kauge García

Levantarse nunca ha sido fácil para mí: unas luces tenues primero, luego imágenes – quizás sueños, quizás memorias- hay que unir todo eso para luego atarlas a la realidad, contextualizarlas, dicen.


Hoy ese proceso resulta más largo y difícil que de costumbre, no entiendo por qué.


Al mirar compruebo que todo es igual: la misma cama con su edredón de flores, la ropa que usé ayer bien colocada sobre la percha. Nada ha cambiado en mi minúsculo cuarto, tal y como corresponde a mi condición de contador público, obsesivo, metódico y psico- rígido. ¿No será que te está pasando algo, Ernesto Arturo Clavijo?- me pregunto-. Quizás hasta muerto estoy y no me he dado cuenta. ¿Qué? No. Imposible que algo tan importante como morirse, suceda y uno se lo haya perdido por estar durmiendo. ¡Ná !.


Porque imagino que morirse debe ser algo angustioso; unos dicen que hay un túnel de luz, otros que la vida trascurre como en película y que una paz enorme va inundando todo. ¿Será que me quedaron debiendo todo eso? No creo.


Entonces, Arturito, ponte serio y piensa en algo para saber de una vez por todas si es que te has muerto o no.


Los vivos -me digo- se mueven, los muertos –en cambio- se quedan quietos para siempre; entonces, si puedo moverme, es que estoy vivo. Buena idea. Me esfuerzo por mover una mano, pero no lo logro -como me pasa siempre cuando todavía estoy medio dormido-. ¿Y si es solo un dedo? Tampoco. ¡Miércoles!, debe ser que de veras estoy muerto. En un último intento, trataré de morderme la lengua. Fuerte, fuerte; un, dos, tres. AUUCHH! Eso dolió. Si seré estúpido, hasta me salieron un par de lágrimas, bien merecido me lo tengo.


Porque imagino que morirse debe ser algo angustioso; unos dicen que hay un túnel de luz, otros que la vida trascurre como en película y que una paz enorme va inundando todo. ¿Será que me quedaron debiendo todo eso? No creo.

Bueno, ya sé, al menos, que no voy a ser el protagonista de la próxima Misa Fúnebre de mi barrio. Pero sigo sin ubicarme del todo: no es día de trabajo porque no siento la urgencia de bañarme para salir corriendo. No es sábado, porque no traje trabajo de la oficina en un esfuerzo por desatrasarme. Tampoco es domingo porque no siento la melancolía inconfesable de saber que mañana a las 7:00 debo volver a la deprimente oficina en donde a diario malgasto ocho horas de mi vida simplemente esperando a que sean las cinco.


Si lo analizo más detenidamente, es como si nada de eso me interesara ya en absoluto. Creo que –aunque me dé mucho miedo- ha llegado el momento de mandar al todo al carajo, incluyendo lo que pase con mi empresa. ¿Mi empresa, digo? Pero si seré idiota, la empresa de los patrones en la que yo –y nadie más que yo- me he secuestrado desde hace más de tres décadas.


Presiento que todo eso está tocando a su fin… Definitivamente hoy me siento tranquilo y nada podrá alterarme. Ayer quizás sí, pero hoy todo me importa un pito. ¿Será que así me voy a sentir el día en que por fin, por fin, por fin me jubile? Eso es, no friegue.


Eso es. ¡Hoy es el primer día de mi jubilación!, ¡Hurra!


ree

Esperada por treinta interminables años, ésta es la feliz mañana cuando finalmente no tengo que ir ya más a ese tedio de oficina. Hoy pierden validez la opinión de mis malnacidos jefes, las amenazas de mi supervisor, sus chantajes sobre mi estabilidad laboral, la esperanza de un aumento que nunca llega, el soñado ascenso...


Luego de años de zozobra y de noches en vela, al fin llegan la paz y la tranquilidad. Es lo que elegantemente se llama “el Nirvana” o lo que es lo mismo el “importaculismo perfecto” que dice el viejo Alfredo. ¡VIVA! Me quedaré en cama para disfrutarlo.


Es más, creo que la ocasión amerita una celebración: un cigarrillito aunque el médico me lo tenga prohibido. Qué diablos, días como éste vienen solo una vez cada treinta años. Al rastrillar el fósforo contra la pared dejo una pequeña manchita, pero eso qué. Fumo rápido y me mareo un poco. Mientras lo hago, pienso que tras haberlo pospuesto por más de media vida, al fin puedo hacer todo lo que quiera, y solo lo que yo quiera. Pienso exprimir hasta el último minuto de este paraíso. Al apagar el Lucky me prometo que éste sí será el último.


Mi minúsculo baño con sus baldosines marrón y ocre me da la bienvenida. Me ducho a conciencia y me afeito con esmero. Para decirlo en una sola palabra, me pongo lo más pispo que puedo.


<<¿Y eso pa´ quien, mijo?>> me parece oír a mi venerada y difunta madrecita, desde el retrato suyo que hay en mi cuarto


<<Pues para mí, mamá.>> <<¿Acaso hay hoy alguien más importante para mí que mi propia personita?>>



ree

Sin dudarlo estreno la camisa que tenía reservada para alguna ocasión especial -que nunca llegó- y de ñapa me echo la loción Givenchy, la del frasco chiquito y etiqueta “Blue Label”. La que le gustó a Pilarcita desde la primera noche que durmió acá en el apartamento hace ya tres años. ¡Uff! Sí que la pasamos bueno esa vez, y pensar que después de eso nada en serio con nadie, tan solo “ocasionales”. ¿Y ella? Se casó y ya tiene un pelado.


Vámonos para la calle, pues. ¿Llevo reloj? ¡¡Na!! A partir de ahora no seré más esclavo de nada ni de nadie, y menos de ese cachivache aburridor. Lo que sí debería llevarme son los auriculares del chino Jaime. “Te los ponés y no oís nada de nada, solo la música” me dijo el día del padre cuando me los regaló. Yo, francamente, nunca los he usado porque temía verme como un astronauta zombi, pero total, ya no me importa el qué dirán. Vengan para acá los auriculares y a todo volumen.


La gente fina dice que cuando se jubile visitará museos, pues yo – que de rico nada- me voy para el parque que es, en realidad, todo un museo natural. Si es que uno se toma el trabajo de mirar con atención, allí se ve de todo: que si una hoja bonita, que una florecita morada, y -si se está de buenas hasta- hasta una mariposa vagabunda y colorida.


Mientras camino despacio y sin apuro, pienso qué chistoso es esto de tener todo mundo para mí solo, solito. Aspiro el olor del pasto recién cortado, y comienzo a preguntarme en qué invertiré el mucho o poco tiempo que me queda. <<Lo lógico es hacer pronto lo que se vaya a hacer>> me digo. <<¿ y qué voy a hacer?>> concluyo.


Mi sueño siempre ha sido vivir en el campo, solo que ahora con sesenta y dos almanaques encima creo que ya no tendré fuerzas para labrar la tierra, ni para ordeñar una vaquita. Pero bueno, siempre cabe contratar un peón y lo poco que produzca la tierrita servirá para pagarle. Además la mesada pensional que me va a llegar tampoco es que sea tan mala.


<<¿El Rosal o La Vega?>> aquí está la pregunta de siempre. Lo uno es más cerca, pero lo otro es más calientico y eso para uno de viejo, cuenta.




Y si consigo la finquita ¿será que me voy para allá solo? ¿No será mejor gozármela con alguien?

¿Y quién, entonces? ¿Mabelita, la que era auxiliar contable allá en la empresa? ¿Y reciclarla, después de que me libré de ese rollo tan tenaz? Menos mal que se me atravesó eso de su viaje a la Argentina dizque para estudiar y así me zafé de sus cuentos de boda y de tener hijos. No definitivamente: Mabelita y sus enredos, nó.


¿Y Pilarcita, la de la loción? Sí, era chévere, pero ahora con bebé, tampoco.


¿Y si es la mamá de mis chinos? Yo sé por Jovanita que no tiene a nadie por ahora, <<incluso todavía te añora, papi>> me dijo. Ésa es una buena opción y más vale malo cono

ree

cido… Pero, qué va, segundas partes nunca fueron buenas y menos cuando la primera terminó en infierno.


Desde los audífonos, Serrat se oye como nunca. La canción me gusta y entonces subo el volumen al máximo, a mi modo hago la segunda voz:


“Qué suerte tienes «cochino» En el final del camino,

te esperó la sombra fresca de una piel dulce de veinte años donde olvidar los desengaños de diez lustros de amor”



<<Uuy, me sorprendes Arturito Clavijo ¿Hacía cuánto que no cantabas? Hasta se te estaba olvidando lo mal que lo haces>>.


<<Pues bien, está decidido: vida nueva, todo nuevo>> me digo. <<No soy tío Alberto, pero quién quita. Tentemos a la suerte.>>




Al bajar la acera y dar un par de pasos, noto que el pavimento húmedo brilla un poco. Avanzo decidido y siento un golpe fuerte, como de lado. No entiendo qué pasa. ¿El imbécil del camión de dónde carajos salió? Juro que no lo oí.


Maldita sea, la historia se repite: otra vez esa sensación de inmovilidad, de nuevo querer mover una mano y no poder, de tratar de morderse la lengua pero esta vez no duele.


Y ahora sí: los momentos de angustia,

y el túnel de luz,

y la vida como en película,

y la paz inmensa….



Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page