Carta 2- QUERIDO TÚ
- AUTORES PUNTO 10 -CREACIÓN LITERARIA IDARTES
- 22 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Autor: Daniela Camila Piña Flórez
CARTA FRAGMENTO DE NOVELA
Jefecito,
¡Felicitaciones! Esta mañana leyendo el periódico me llevé la grata sorpresa de encontrarme con un artículo de casi toda una página que hablaba sobre ti, “La futura promesa del país”, y al final decía que te darían un premio. ¡Maravilloso! Muy bien, Jefecito. ¿Quién lo diría?

Pero, ¿sabes qué fue lo que más me sorprendió? Que en los últimos dos años no he recibido una carta o una llamada de tu parte, por un momento, debo confesar, Jefecito, que pensé que lo peor te había pasado. Te soy sincero, no sé a que se debió tu repentino alejamiento, cuando antes, andabas a mi lado de arriba pa’ abajo, como un perrito faldero.
En aquellos días…Habías dejado la universidad porque de un momento a otro sentarse en un salón de clases no te proporcionaba la misma emoción que un par de tragos y unas cuantas mujeres, pero la fiesta no se pagaba sola y entonces usabas el dinero de papi y mami. Pero cuando se enteraron, y se te cortó el chorro, no te quedó más que mendigar por las calles. Sabes que no creo en esas cuestiones sobre naturales, pero la noche que tocaste a mi puerta, llegaste como caído del cielo.
¿Te acuerdas? llegaste llorando a mi casa pidiéndome ayuda. Yo había escuchado de ti por medio de unos cuantos rumores de pasillo, en los cuales te pintaban como el sujeto más simpático, inteligente y que tenía el mundo a sus pies, incluso me pareció escuchar alguna vez que alguien dijo que dabas la impresión de estar flotando en una nube de superioridad. Pero esa noche yo vi a un muchachito de 19 años con los ojos rojo sangre, con el cuero pegado a los huesos y apestando a alcohol barato. Cada palabra que salía de tu boca parecía una suplica, un grito de ayuda. Y si no hubiese sido porque eras incapaz de causarle más dolor a tu madre hubieses renunciado ¿No es así, Jefecito? Estabas arruinado, sin un peso en el bolcillo y debiendo hasta el alma.

Las nuevas amistades te llevaron por el mal camino… Jefecito, nadie te dijo que la vida en la ciudad no era cómo te la imaginabas. Tuviste que estrellarte contra el mundo para darte cuenta de la crueldad que este alberga. Aprendiste a las malas que no todo son juegos de niños ni cuentos de hadas, que no existe tal cosa como la bondad desinteresada, todo tiene un precio, Jefecito, y las personas se encargaran de recordártelo constantemente.
Pero contra cualquier pronóstico saliste de aquel hueco al cual habías adoptado como hogar. ¿Quién estuvo ahí? ¿Quién recolectó tus piezas rotas? Yo. Te di de comer, pagué tus deudas, incluso te conseguí tu primer trabajo ¿Ya se te olvido tu primer trabajo, Jefecito? …Claro, ese trabajo no se compara en nada con lo que haces ahora, pero debes admitir que aquel te dio de comer cuando apenas podías mantenerte en pie, y como dice el dicho que aprendiste estando con nosotros, mientras sea más la comida sobre la mesa, todo habrá valido la pena. Sabes a lo que me refiero.
No quiero robar tu momento de gloria, claro que no, pero tú y yo sabemos que me debes muchas cosas, es mí deber recordarte que no estarías ahí si no fuera por mí.
Jefecito a mi no se me olvida nada y lo sabes, ¿cierto?
Comunícate pronto, si sabes lo que te conviene.
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